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Ser, hacer y parecer

[ compol ]

El ejercicio contemporáneo de la política ha superado con creces el absurdo del lenguaje orwelliano, en el que las palabras significan justo lo contrario de lo que se dice. La comunicación política exige actualmente mucho más que palabras y argumentos; requiere también, y sobre todo, una gestión eficaz de las emociones, presentes en el lenguaje no verbal en mayor proporción que en el articulado.

Sin emociones no es posible la empatía, y sin empatía no habría seres sociales, ideologías compartidas ni identidades colectivas; tampoco existiría la indignación ni la compasión ante el sufrimiento ajeno, fundamentos mayores de la justicia en los que se inspira la auténtica vocación de servicio a los demás.

No olvidemos que la política, al igual que la comunicación, es un proceso que implica el diálogo, en el sentido más amplio del término, como intercambio comunicativo de símbolos y no sólo de palabras, y esa interacción se enriquece cuando la conducta corporal acompasa de forma sincrónica y congruente al lenguaje verbal.

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